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DESFACIENDO ENTUERTOS: ¿UNA POSTURA ÉTICA O ESTÉTICA?

  • Foto del escritor: Gabriel Zh
    Gabriel Zh
  • 9 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

Fotograma de Nostalgia de la luz, de Patricio Guzmán

Ayer, durante el Coloquio de crítica y escritura cinematográfica, organizado por el Festival de Cine Cámara Lúcida, luego de hablar de precursores cinematográficos, cinematografías nacionales y la industria de Hollywood como mecanismo neocolonial ideológico, se polemizó brevemente cuando, en mi función de moderador planteé la siguiente pregunta en torno a la relación del crítico con la praxis política: «tras las protestas ocurridas entre el 3 y el 13 de octubre, producidas por el anuncio de un paquete de medidas económicas, entre las que se incluía el incremento del diésel y la gasolina, el escritor Leonardo Valencia en un artculo titulado Lecciones de Barcelona, publicado el 5 de noviembre en El Comercio, dice que debido al “apullamiento mediatico” sufrido a su regreso al Ecuador con el estallido de Facebook, Twitter, Instagram y más redes sociales y correos electrónicos, decidió tomar distancia de los acontecimientos. Seguido citaba una reflexión de Kafka: “No es necesario que salgas de casa. Quédate junto a tu mesa y escucha atentamente. No escuches siquiera, espera sólo. El mundo se te ofrecerá para que le quites la máscara, no tendrá más remedio, extático se retorcerá ante ti”. Sin embargo, tras la realidad de los echos: 10 muertos, 1340 heridos y 1192 detenidos, así como el encubrimiento de los medios de comunicación tradicionales, ¿no resulta acomodaticia y hasta acrítica la postura de Valencia, entendiendo la política no como un tema coyuntural, sino como un compromiso ineludible del hombre con su tiempo? »


La pregunta en ningún momento pretendió levantar acusaciones, por el contrario, conocer la opinión de los panelistas frente a las responsabilidades que conlleva hacer crítica, y si acaso este quehacer no termina en casos extremos empapándose de realidad política, a pesar de que la postura del escribiente no lo permita. Tampoco pretendió dividir los bandos en buenos y malos. Tampoco colisionar entre la izquierda y la derecha, pero, aquel crítico que defiende su capacidad de replegarse en su escritorio cuando afuera la violencia se abate como un manto oscuro sobre civiles, policias y militares, está camuflando en su aparente neutralidad un extremismo: no tiene que ver con política que el crítico o cualquier ciudadano pueda sentarse a mirar parsimoniosamente una película de Godard o de Silvester Stallone en una situación semejante, tiene que ver con humanidad.


Tampoco se trata de cargarle a la crítica con responsabilidades ajenas, pero si de (re) pensarla más allá del goce estético. Por eso, que un libro o una película se sostengan sin visos en la realidad real, es una quimera, pero lo que si pueden es generar autonomía de ella, agregarle algo a la vida y ese agregado no es más que la individualidad del autor. Me gustaría terminar este articulo con la frase de Faulkner que abrió el Coloquio: “Lo que hace la literatura es lo mismo que una cerilla en medio de un campo en mitad de la noche. Una cerilla no ilumina apenas nada, pero nos permite ver cuanta oscuridad hay a su alrededor”. También la crítica es una cerilla.

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