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LAZZARO FELICE: DE CÓMO EL TIEMPO SE TRANSFORMÓ EN INOCENCIA



Como la respiración de una gran máquina que produce ilusiones y sueños volátiles, que muestra la eternidad y acaricia a través del tiempo los rostros humanos; independiente al manejo trivial del hombre; no obedece a la causalidad; trae consigo voces del viento que se convierten en imágenes con sólo tocarlas. Así más o menos es la brisa, un susurro eterno sobre la finitud de la vida y la existencia del bien y del mal, que uno siente en el cuerpo desde los primeros segundos de ver Lazzaro Felice, película italiana de 2018, dirigida por Alice Rohrwacher.


Esta cinta muestra un fragmento de la vida de Lazzaro, un joven campesino de una tabacalera llamada In Violata, que convive precariamente con unos vecinos, mientras son explotados por la Marquesa de Luna. Un buen día llega a la granja Tancredi, el hijo de la Marquesa, joven con quien Lazzaro entabla una particular amistad que le provocará una suerte de viaje temporal, desafiando toda lógica posible.


Lazzaro Felice es una película sobrecogedora, sensitiva, pero sobre todo emocional. No busca refugiarse en una fotografía rimbombante ni en complejas puestas en escena, sino que extrae su magia de las imágenes en movimiento. De planos recatados, pero muy bien cuidados y filmados en 16 mm, Lazzaro Felice logra maravillar con la simpleza de sus atributos y la veracidad de su universo reflejado en interpretaciones carismáticas y vívidas en una ambientación visual y temporalmente alejada de nuestra era.


Lazzaro es un joven campesino con una bondad irreal y una capacidad de autosacrificio que satisface con creces la alegría proveniente de su solidaridad desinteresada. La cinta es como un cuento mágico capaz de enmudecer hasta los gritos más ensordecedores y los presupuestos más exorbitantes del cine actual.



Paradójicamente la obra retrata con una mirada trágica las vicisitudes de un protagonista inocente que irradia alegría a pesar de las decadentes circunstancias y la cruel exposición humana. De modo que Rohrwacher crea un agujero negro que carcome la realidad de Lazzaro y la filtra a través de un reino onírico y progresivo que complejiza el entendimiento de la forma narrativa y la eleva a un espacio metafísico que nos sumerge, más que otras cintas, en ese estado melancólico, hastiante e íntimo que convierte al espectador en cómplice de una amedrentada y a la vez colérica existencia.


Lazzaro Felice es cine que nos aísla de nuestras percepciones vertiginosas y pretensiones sobre la vida moderna, a la vez que erige un auténtico discurso social creado en la génesis colectiva de imaginarios e ingenuidad moral; todo esto, encabezado por un valor estético que presupone la búsqueda y necesidad primordial de su realizadora por crear un vaso comunicante único entre los espectadores y sus sentidos fílmicos, es decir, su percepción visual y el movimiento. Es una obra que puede transformar tu semana, o impregnarse en tu tristeza toda una vida. Es cine en un estado desconocido, místico e inabarcable, casi tan puro como la misma experiencia.

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