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UNA PISTA SOBRE EL DESEO, EL SEXO Y EL HORROR EN HORACIO CASTELLANOS MOYA


Comiendo uvas, de Joaquín Sorolla


La narrativa de Horacio Castellanos Moya se desplaza en los escenarios desprendidos del horror, producto de las masacres perpetuadas por las fuerzas militares centroamericanas. Por eso, cierto desencanto frente al poder, en especial del político, se encuentra presente en sus narraciones, y que además lo critica sin caer en el error del panfleto de la izquierda, todo lo contrario: lo denuncia a través de su exposición. Lo enuncia y lo evidencia.


En este contexto plagado de horror y de violencia, sus personajes se desarrollan en la paranoia, hundidos en el estrés postraumático de la experiencia de una guerra que asoló a los países centroamericanos a finales del siglo XX. Así, es necesario encontrar un punto de fuga, un desquite a la barbarie, una puerta de escape donde las tensiones originadas por la virulenta injerencia de la violencia militar en la sociedad centroamericana tenga su reposo. Castellanos Moya parece encontrarla en el sexo.


El goce, el placer, el deseo incluso, son categorías que tienen una mejor relación con la práctica del erotismo, pero esto sucede de forma distinta en Castellanos Moya (2009), donde la sexualidad se ve desplazada al lugar de los “olores penetrantes para la carnicería y el amor” (p. 91). Un lugar para el deseo como enfermedad, como síntoma de una sociedad enferma. Si no, analicemos cómo en el siguiente pasaje el autor no duda en ubicar juntos sexo y crimen, mientras se da una rememoración de un encuentro sexual:


“Su muslo blanco, macizo, como de marfil, se insinuó cuando ella se reacomodaba en la silla. Yo había abierto esas piernas demasiado tiempo atrás, imberbe, urgido de experiencia, torpe, ansioso. Ahora pertenecíamos a mundos distintos y lo único que podía acercarnos era la recuperación de un cadáver mutilado, irreconocible” (Castellanos Moya, 2009, p. 79).

Moya no duda en ubicar un “cadáver mutilado”, un cuerpo abierto, divido, que huele y sangra, con la imagen de un encuentro que evoca lo erótico, que anuncia al deseo. La sexualidad de pronto se envuelve en el aura de la brutalidad, como si sexo y carne desmembrada fueran, en este contexto de violencia, un mismo punto de llegada. Así la relación que tiene el goce de la sensualidad se ve distorsionado por el horror social que termina con los cuerpos mutilados, enviando un mensaje, acaso, como si cuerpo y deseo terminaran donde comienza la depredación y la brutalidad.


Fuentes bibliográficas:


Castellanos Moya, H. (2009). Con la congoja de la pasada tormenta. Argentina: Tusquets Editores.


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